El insomnio es una de las peores condiciones que una persona puede tener. Sus efectos son devastadores, tanto a nivel psicológico como a nivel físico. Puedo atestiguarlo personalmente, pues sufrí de insomnio durante muchos años. Debido a eso, he estudiado ampliamente el tema y quiero compartir, en una serie de publicaciones, algunas recomendaciones para lidiar mejor con el insomnio, y en el mejor de los casos, solucionarlo.
Quiero comenzar por mi propia experiencia. Lo que viví me ha enseñado más de lo que he leído, visto o escuchado. Voy a contarte mis años de lucha contra el insomnio y la solución que fue efectiva para mí.
En las siguientes publicaciones, ofreceré consejos y recomendaciones más detalladas, basadas en los aspectos psicológicos del insomnio.
Mi batalla personal contra el insomnio
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Desde noveno grado (4º de bachillerato) y durante una gran parte de mi adolescencia padecí de insomnio. Todo comenzó en el año 2003, cuando comenzaron mis preocupaciones académicas. Tenía muchos deberes escolares y me había autoimpuesto hacerlos lo mejor posible, sin importar lo que los profesores realmente me exigieran.
En esos momentos era una persona mucho más perfeccionista de lo que soy ahora, y por eso, me obligué a estudiar hasta límites excesivos. Escribía y leía demasiado, investigaba cada asignatura y cada tarea hasta sentirme satisfecho y saber lo suficiente. Por supuesto, esto me valió una reputación académica excelente entre compañeros y profesores que nunca se disipó y que me benefició mucho a lo largo de los años.
El costo: Mi salud mental y física. Sin embargo, era muy joven para preocuparme por eso. ¡Mi energía mental y física era ilimitada en esos momentos!
Sin embargo, me preocupaba mucho por mi estudio y me obligaba a disciplinarme mental y físicamente para poder cumplir con lo que yo mismo me había propuesto. Tenía 13 años y comencé a pasar noches en vela y a dormirme muy tarde. Aunque gracias a esto desarrollé gran parte de la disciplina que tengo ahora, en esos momentos
no renuncié a otras actividades que me quitaban gran parte del día. Entonces, el tiempo no alcanzaba y debía usar las horas de la noche para hacer lo que no hacía durante el día.
Al principio fue una "necesidad" académica, pero
con los años se convirtió en un hábito. Pasaba gran parte de la noche despierto porque esas horas estaban colmadas de libertad, de privacidad, de silencio y de tranquilidad. La noche era el momento perfecto para escribir, para leer, para dibujar, para hacerlo todo. Nada me interrumpía, nadie me buscaba.
La noche era el mejor momento para dedicarme a todas esas actividades solitarias que tanta satisfacción me producen.
La televisión también jugó un rol importante. Yo no tuve un computador hasta que comencé a estudiar en la universidad y debía conformarme con la televisión nacional, puesto que tampoco tenía televisión por cable. Me gustaba mucho la televisión, y en los canales de mi país, las películas que más me llamaban la atención eran transmitidas a altas horas de la noche y mis programas favoritos eran retransmitidos en la madrugada. ¡Incluso tomaba apuntes a esa hora!
Posteriormente, decidí que ya no quería seguir pasando noches en vela. Mi energía y mi agudeza mental, así como mi estado de ánimo, habían decaído significativamente. Además, las obligaciones del día debían ser atendidas apropiadamente.
Fue aquí cuando el insomnio comenzó.